lunes, 29 de septiembre de 2014

    

CONDECORACIONES Y MEDALLAS, ¿PARA QUIÉN?

Estimados hermanos y amigos: En el combate por la liberación de nuestra amada patria (Sáhara Occidental), el FPolisario ha sido nuestro único representante hasta ahora. Pero es hora de decir que la actitud de nuestros dirigentes hacia muchos de los que participaron en esa lucha, no es la esperada.        Hemos dado todo por la liberación nacional, pero también por el deseo de alcanzar una vida digna para nuestros hijos. Poco o nada se ha conseguido hasta ahora: ni somos un pueblo libre, ni nuestra vida ha mejorado. Y, a pesar de ello, seguimos dispuestos a continuar en la lucha con el mismo entusiasmo que siempre hemos tenido, hasta conseguir el objetivo por el que cayeron tantos mártires: llegar a ser un estado mundialmente reconocido. Un estado con señas de identidad propias y una entidad que ya hemos logrado (Saharauis).
En ese sentido, recuerdo lo que decían los mártires de nuestra célula del Aiún (Mulay Sleima, Sadafa Bahía y Sidi Chej), en nuestras tertulias sabatinas: Dios nos bendijo al concedernos esos principios que se resumen en la pureza de unas personas entregadas a su país. Pero Mahfud Nenat  y Sidi Chej siempre recomendaban no generalizar, sino esperar a ver si esos principios (una bendición divina enviada a través de un Ángel o un Profeta) alcanzaban a todos y en cualquier circunstancia. Hay que ser muy justo y legal, y muy lleno de virtudes (usaj eddenia) para que los principios se puedan aplicar en la realidad. Los más básicos de esos principios, la igualdad y la ejemplaridad, no se pueden realizar si no hay justicia. Y la justicia solo se tiene si se teme al Dios Todopoderoso, para no caer en las tentaciones y corrupciones que nos ofrece la vida, y que nos desvían del objetivo correcto.
Entre las reflexiones serias y las bromas de retarnos a qué célula era más valiente ante la Policía (yo pertenecía a la del comando Lahaye, de cuyos cinco componentes y yo, solo sobrevivimos tres) pasaban nuestras tertulias. Una noche estábamos haciendo banderas en casa del mártir Mulay Sleima. Nos avisaron de que había que colgarlas en las casas de la zona más iluminada de Zemla, dos de las cuales eran las de los hermanos Hemmeida y Ely Uld Beljeir. Lo difícil no era instalar las banderas, sino colgarlas de forma que no fuera fácil retirarlas y no nos costara el ser detenidos (a propósito, Sidi Chej nunca fue detenido: era cojo y, cuando aparecía la Policía, se hacía el tullido y aún cojeaba más). En cierta ocasión, no eran los policías los que nos dificultaron la colocación de banderas, sino un perro alemán que estaba en la casa situada enfrente de la de Ehel Ely Uld Beljeir. Cada vez que intentábamos colocar una bandera, arreciaban los ladridos y los gruñidos. Pasaba la noche, y lo peor era que teníamos que ir a trabajar a las ocho. Por fin, el perro se durmió a las cuatro. Pero nos quedaba sin resolver otro problema: cómo colgar las banderas sin que la Policía pudiera retirarlas antes de que la gente saliera a la calle. Era una cuestión de honor para el comando. No iríamos a dormir sin antes encontrar la manera de hacer visibles las banderas durante buena parte del día.

Al fin, se nos ocurrió una idea definitiva: una bandera sujeta a dos palos que tiramos hacia los cables eléctricos, pero no dieron resultado porque se quedaba enrollada y no se veía lo que era, después la pusimos en un hilo sujeto a una piedra arriba y otro hilo sujeto a una piedra abajo (para que el viento no pudiera enrollarla), lanzada a los cables de la conducción eléctrica. Colocada en el cruce de las calles, la bandera permaneció extendida e inaccesible a la policía. Todos la admiraban como si fuese una luz, todos la saludaban al pasar con una mirada o con una sonrisa. Durante horas, los policías no supieron qué hacer. Intentaron cerrar la calle, pero tuvieron que desistir porque era la única asfaltada que unía Zemla con La7uhum. La gente se aglomeraba en las calles adyacentes para ver qué espectáculo iban a ofrecer los policías: pararon un pequeño camión cisterna volquete, subieron a la cisterna y la volcaron para poder alcanzar las banderas. No lo conseguían porque el camión ondulaba y porque el hilo que sujetaba la piedra se había enrollado en el cable. La única solución era cortar el hilo, pero la gente gritaba a los policías que era muy peligroso, porque podían ser alcanzados por la corriente eléctrica. Los policías tuvieron miedo y esperaron la llegada de especialistas electricistas. El hecho fue como una chispa que ocasionó que la siguiente noche El Aaiún apareciera cubierto de banderas colgadas de los cables. Pronto la chispa alcanzó también a Smara, Dajla…como si los cables fueron hechos para las banderas del Polisario.
Lo más importante de aquella acción fue que un grupo de militantes entregados a su país encontró una forma simple de lucha, una forma que se podía repetir por otros. Fue la demostración de que la Historia de un pueblo es el conjunto de los pequeños logros alcanzados por las personas que lo forman. De esas pequeñas hazañas de todos se han adueñado unos pocos, más por aprovechados que por listos. Son personas alejadas de la generosa entrega que refleja el modelo de nuestro incontestable y único verdadero líder, el martir El Uali, el que entregó toda su vida al proyecto de la revolución del 20 de mayo. Acciones como la narrada aquí se hicieron sin pensar que algún día serían premiadas. Pero también sin pensar que sus autores serían despreciados.
Pues, bien. De los seis militantes que participamos en la operación, los tres supervivientes de la guerra fuimos “premiados” por el Sr. Presidente con la imputación de alta traición a la patria, la chebeka, que  obligó algunos  a huir a Mauritania, para no cargar con la humillación, la vergüenza y el aislamiento. Fue el pago a nuestra participación en la guerra de liberación, algunos hasta el martirio, otros heridos en los combates. Hablo de hombres que con su trabajo sostenían a sus familias, y que aún les quedaba dinero para cotizar cinco mil pesetas mensuales (años 74 y 75). Y que dedicaban buena parte de su tiempo a sensibilizar a gente que no se había adherido a la revolución. Hablo, en fin, de hombres implicados en el futuro de su país, entregados a actuar en favor de esa idea en la que creían: la revolución del 20 de mayo y seguiremos creyendo.
         Lamento que alguien que fue herido como lo fuimos los de mi célula, alguien que conocía muy bien nuestro comportamiento en los combates, alguien que elogiaba nuestras proezas y que nos aclamaba en la guerra porque confiaba en nosotros y que nos enviaba a la  primera fila del combate; lamento, digo, que ese alguien, cuando se trata de repartir beneficios, solo se acuerde del más cercano (él de su tribu, o el socio con el que comparte intereses). No recuerda que su cargo le vino de manos de los que cayeron en las batallas, de los lisiados de guerra, de los que antepusieron la llamada del FPolisario al disfrute de su juventud, a su puesto de trabajo y a su propia familia. Si estableciéramos escalas entre los Saharauis, personas entregadas como las que he citado deberían ser reconocidas entre las mejores. Pero, desgraciadamente, han sido olvidadas en la “basura de la historia”, como dicen los que ahora mandan.
         Espero que esta pequeña y real historia recuerde al Sr. Presidente que la Historia de un pueblo es la suma de las pequeñas historias de sus ciudadanos, y no las historietas que traman malos consejeros. No se puede esperar que los arribistas escriban la Historia tal y como fue. Ellos la escribirán tal y como les interesa verla: como que ellos son los únicos protagonistas. No quieren recordar que fue el consenso de todos el que puso en marcha nuestra lucha. No quieren recordar que fue la generosa entrega de nuestros mártires la que marcó el camino que se debe seguir. Prefieren atribuir el mérito a quienes solo se interesan por su provecho personal. Me apena ver que te has alejado (te tuteo porque fui uno de tus compañeros de armas) del camino de la verdad y que no tienes el coraje de pedir perdón y de sustentarte en los principios que dieron origen a nuestra revolución. Has olvidado quién soy yo, quiénes son él, ella, ellos y ellas, los que cayeron en las batallas a tu lado. Puedes inventarte tu realidad, pero el sol no se puede ocultar con un tamiz.
      Tu valor se esfumó “ejla3ena”, cuando dejaste de ser Hady, cuando acordaste la segmentación del pueblo Saharaui y mataste la Unión Nacional. Tu valor se volatilizó cuando empezaste a honrar a los que roban y a castigar a los que trabajan. No eres lo que deberías ser. Abre los ojos y pon fin a tanta falsedad que no nos llevará al objetivo deseado, él de los testamentos de los amigos que caían ante ti, y que tú juraste. El mismo objetivo de los que te apoyaron, que aún viven, aunque tú los has olvidado. Los cambios de principios que tú has introducido son una traición a tu pueblo, a los que aún viven y a los que dieron su vida por defenderlos.
        Quiero que sepas, Sr. Presidente, que no necesitamos nada de tu parte. Eres tú quien vive de la limosna que te da tu pueblo. Pero sería de justicia que, al menos, te acordaras de todos los mártires. Los que luchamos con ellos no permitiremos que escribáis la Historia sin los que aportamos nuestro grano de arena para edificarla. Espero que los heridos e hijos de mártires que lean estas líneas se animen a reclamar el puesto que corresponde a los verdaderos protagonistas de nuestra revolución.             Yo quiero recordar a los que formaron parte de la célula ( y a sus hijos ) a la que estoy dedicando este escrito. Estos son sus nombres:
         -Mártir Mulay Sleima Bahia   -Mártir Sadafa Bahía (Brahim Mhamed).
         -Mártir Sidi Chej           -Hmetu Mohamed Ahmed.
         -Mahfut Nenat.           -Mulay Fely.
       Nosotros, los supervivientes de la guerra de liberación, miembros de la Asociación “Saharauis Indignados”, seguiremos los pasos de los que cayeron en los combates para liberar nuestra patria, y los Héroes que se manifestaron en Gudeim Izik  e intentaremos denunciar todas las injusticias que se urden a espaldas de nuestra causa. Estaremos también dispuestos a colaborar con cualquier persona que quiera devolver la dignidad a quienes lo dieron todo por nuestra revolución. Es hora de manifestarnos. Nos hemos callado más de una vez para no obstaculizar o romper la marcha de nuestra revolución, para no crear más problemas de los que ya tenemos. Pero nuestros dirigentes han superado límites que debían respetar. Se han alejado de la realidad y están siendo fuente de injusticias e irregularidades. Debemos recordarles aquel proverbio nuestro que dice “un país se puede levantar con infidelidades, pero no con irregularidades”. Espero que nuestro presidente se despierte (¿puede dormir quien oye tantas críticas diariamente?; no: simula dormir; y ya dice el refrán hasaní que “no despiertes al que finge dormir”, porque es trabajo innecesario). Nuestro deseo es que él y su gobierno vuelvan a regirse por la razón y por la igualdad para todos sin excepción.
                                          

                                                                                     Saharauis Indignados 
                                   
                                                                                                                           Mulay Fely




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